martes, 5 de enero de 2010

Gustó a la primera

"La canción del verano", "Se oye como buena", "Hay que escucharla más", "Se toma un tiempo para que pegue", o "Esa es de tocar en vivo", "Es que se escuchará mejor en vivo", "Entre más la escuchamos más se coge el gusto", "Una canción tiene que poner a bailar, y a pensar". Si es así, entonces para mí, la música es un "camping", como una mochilada, ahí, todo es nuevo, somos nuevos, extraños, no conocemos, estamos de paso, hay que adaptarnos al medio ambiente, "Nos vamos habituando", "En unos días le sabe bueno". Oiga, no, por favor, hasta en una mochilada, me merezco la gracia de contemplar, ir por Cocora, la Patagonia, el centro de Praga, Llhasa, ver el atardecer, los nevados, el mar, el mar pasa, sin anunciarse, se posa, quiero que se quede. Es como un tallo, un retoño del universo, luceros, celeste, curuba, menta. Para mí, una canción buena también, es un paisaje, un Gaudí. "La que va a pegar", o pegó ya, pasó, sabe la respuesta, resolvió el problema. Música Zen, espontánea, virtuosa, exquisita, "sin querer queriendo", flechazo, perfecto, en el centro, al primer intento, de primerazo. El universo converge, conectamos los puntos, crecimos, hicimos el recorrido, Después regresamos, al mundo racional, el caos, el borrador. Lo que cuenta es que llegó, vino, bailó, hubo cotillón, luceros, moviendo los hombros, las caderas, riéndose como una nena, no tengo pereza, o dolor de cabeza, un aperitivo, ceviche, crema, me desperté.

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