martes, 31 de agosto de 2010

¿Cómo escuchar una canción?

Aquí estoy, entre papeles, libros viejos, pensamientos repetitivos, todos haciendo la ronda alrededor de mí, yo, hostigado, hiperventilando, víctima de los papeles, y de concesiones, acuerdos estilo baile con jungla, monopolios agresivos, expectativas inalcanzables, frustración, incertidumbre, fuera de aquí, de ahora. Practicando la música, escuchándola en la gramola, no vuelvo a organizar matrimonios de nuevos ricos, largometrajes estilo la trilogía del anillo, inventar culebrones, pensando en una partitura. Me da miedo, necesito salvar el hogar, se vuelve como una historia de amor de Juan Fernando Velasco, sobre un hogar aburrido, vacío, deprimente. Ya quiero escuchar música, “fácil sin complicaciones”, sin comparsa, como escuchando a Luisa. Ya firmé el cierre de la planta de La Cabaña, ya estoy cerrando sucursales, bodegas, montaré una Cabaña “boutique”, para dos personas, para estancas cortas, momentos cortos, para regresar a las raíces, retomar el aquí y el ahora, atender mi estudio, mi vuelta alrededor del mundo. Pero, ¿Cómo escuchar música? ¿Cómo escuchar una canción, una “Big Band”, un clásico de la caseta, un chocolate de La Cabaña? ¿Cómo sin casarnos, sin convivir, sin montar expectativas, de arena? Aquí estoy escribiendo notas, la norma, el RFC. Que sea como un chocolate, un helado, breve, como que dure para siempre, algo que resuelva los problemas por un rato. Que sea como Luisa en “Top of The Pops”. La menina del ducado es una auténtica chica Cabaña, ríe rico, se pone sandalias altas, canta, baila, está siempre, cuando dé antojos. Y después volvemos al despacho, a terminar el proyecto paisajista. Así también como las Chicas, en “Super Sábado”, la muchachada se escapó, se tomó el foro, se formó la gran Wilfrido, como para la historia, y después todos a casita. Que sea como España en recesión, en paro, campeón del mundo, como el camarero de la tapería, y después de la recepción en Madrid, al día siguiente a ganar el pan. Que sea un Fruit Punch, un cóctel dulce, divertido, pegadizo, en la sala, el teatro casero, viendo la Copa, o el Grand Slam, un “Cuéntame” de Lucero. Que sea un batido, de frutos rojos, breve, travieso, como “Walk Don't Run”. O un visitante de postín, recorriendo el mundo, que ande por ahí, o no ande por ahí, no se encuentre, no importe, pero cuando llama a la puerta, es la visita más agradable, que dan ganas de dejar quedar, una canción en el jardín, en el campus tarde de la noche, a solas, después de las tareas, a la hora del postre, un clásico de Kentaro Haneda, un “Kasa No Naka”. No es como la primera vez, pero es liviano, inocente, ecológico. Esto es Zen, liberarse, liberar la música, "plafond", tráfico holgado, viajar en Concorde. Ya casi lo resolvemos.