domingo, 3 de octubre de 2010

Música de tocador

Todavía me come, esa vez en la oficina, dispuse mi gramola, mi buen gusto, mi bohemia, compartí un clásico, olvidado, del pueblo, rescatado para el mundo, en la oficina; y ese “amigo”, desatento, tonto, racional, apagó, porque “hay que poner éxitos, clásicos”. Habitamos un espacio, medieval, sin gracia de conocimiento, memoria, más en el tema de la música, poseo clásicos, piezas, muertas, “momias”, o descritas de cualquier forma, menos, por su nombre; y no sé qué va a pasar si es una canción de tocador, íntima, femenina, suavizando la oficina, la tienda, el espacio rústico, viril. Por eso es que no reproduzco ese tipo de música en la oficina, ni en el día de campo, con mi mejor amiga. Estamos en la era del obscurantismo, la represión, de la ternura, el recreo, la ronda, los juegos, vestidos de marineros. Yo tengo fantasías, que lo que aquí, es “chistoso”, “ridículo”, “afeminado”, en la Maloka, Venezuela, Recoleta, Valentín Alsina, el Caribe, París, en una casa antigua, en una mesa, un piano, componiendo una canción para una chica, en su tocador, su almohada, mirándose, consintiéndose, esa canción es un éxito, un premio Bilboard, la B.S.O. de un “Indie”, Berlín, Cannes. Ese peatón, está en la tienda, con su pandilla, imaginándose, un encuentro con la “vieja” de la novela, o de la sección de chismes, sin nada, sin gracia. Yo me dejo caer, en un momento interminable, con una niña, un retoño, primaveral, otoñal, envuelta en bajo contraste, sombras, seda, “stiletti”, hermosa, delicada, sexy, “deliciosa”, para tomarle muchas fotos, envolvernos en un abrazo, entronizarla en Las Onces del Bohemio. Dulce, “Sour”, con una pizca de color, ají, Merengue, Fox, Bossa, está en su espacio íntimo, mirándose, consintiéndose, floreciendo, es curiosa, juguetona, tiene sueños, fantasías, canta, baila, su canción, es aquella canción; y yo me siento enamorado, “latino”, bohemio, un Valentino, un actor de los 70, de Beverly, Soho, la Campania. El vecino, el colega, quieren dinero, un último modelo, esperarse hasta el viernes o el sábado para “jincharse”, y estar en interiores el domingo, pensando cómo tener más. Yo no tengo una cuenta en Suiza, pero me siento pleno, joven, iluminado, conseguí el amor, con la música de tocador. Yo quiero dibujar, tocar el piano, expresar lo que siento, escuchando, pasarla por la aduana, contársela al mundo, como esa tarde, después de la lluvia, el chocolate, terminó la canción, y sentí la necesidad de contar al mundo lo que escuché, sin pensar en proteger mi imagen, mi “reputación” de persona de esta sociedad. Que la sociedad siga con su música “normal”, sus “éxitos”, yo sigo teniendo mis fantasías.