viernes, 15 de julio de 2011

Tributo a la sobremesa

Tributo, bandas tributo, tributo a The Beatles, tributo a Pink Floyd, tributo a Queen, Tribute Of a Down. Tributo al rock, pero, como así, no tiene que ser al rock, también a la balada, el pop, los clásicos, el Memphis Blues. Mejor también tributo a los clásicos, los géneros extintos, la música que quedó en una caja de cartón, en un cuarto, “mientras vemos qué hacemos con eso”, “hay cosas más importantes”, “después los sacamos”. Sí aguanta un tributo, merecidisísimo, necesario, justo. Yo quiero hacer un tributo, a mi mercado, mi “Circus Charlie”, mi Broadway, mi tocador, como visitando a mi mejor amiga, jugando los juegos de los niños de los 80. Tributo a María, a Marcela, a Mercedes, a la rubia, a la morena. Estoy buscando alguien, que sea parte, un filón, un talento, una diosa. ¿Quieres ser tú? ¿Quieres bailar y cantar? ¿Te gusta el Cosplay, los encajes, los tacones estilo francés? ¿Quieres ir a la fiesta, a “Café Express”, a La Noche de la Nostalgia? Es tierno, divertido, juguetón. Es cantar con la cuchara, preparando el amasado, frente a la radiola, el mueble del televisor, frente al sofá. Es creativo, expresivo, “slow”, sostenible. Volver a pintar con las manos, hacer un vídeojuego, un mapamundi, frente a la chimenea, que no voy a entregar. Es escaparse, soñar, reirse. Eso en vez de estar serio, n vez de invitar al grupo de Noruega, de Oceanía, el “One Hit Wonder”, aislado del mundo, a que cante la misma canción, endeudarme, quedar en rojo, para desgastar a una figura, un ícono, la mejor referencia, del museo, fuera de su tiempo, vender ilusiones,hacer gastar a otros absurdamente, hacerlos endeudar, darles una alegría precoz, y después un vacío existencial, rígido, sin pausa. O sea, es igual que conseguirme el presupuesto de un Guggenheim, la educación de los niños de Africa, en que juegue Maradona, o Platini. Eso es ordinario, “guache”, tercermundista, dando la medida de la música, la cultura, por lo bajo, regalando las historias, las fantasías de niños. Mi tributo, mi locura, es elegante, “underground”, “boutique”, sostenible. O sea, algo así como un paper, un proyecto, excelente, de arquitectura, o ingeniería, verde, con materiales renovables, guardando las proporciones, aprovechando el espacio, un Michelberger, un bar en el Soho, y ahí puede cantar, la niña tributo, recordando el algodón de dulce, el “metejón”, la manía, los himnos de la Cabaña. No será en Chapinero, o en el centro, todos arrugados, a unos precios insanos, a darle gusto a unos capataces, habitando donde se robaron el conocimiento. El tributo es en mi taller, el colegio, la terraza, el Colón, Angelitos, en la mesa, el sofá, ha vuelto la niña, los clásicos, el Blues, el Fox, yo quiero.